EL santo anacoreta ha puesto por escrito su encuentro con un fauno. Consigna el suceso con el interés y la indiferencia del naturalista: no fue ése el mayor portento de cuantos ha visto en el desierto. La criatura esquiva se escabulló sin dejarse medir ni pesar. Regresó el anacoreta a su refugio desconociendo que, por su parte, el viejo y receloso fauno hacía lo propio y se encerraba, como él, en otra cueva donde también le esperaban sus papeles. ,Su mitad bestial no estorba a la sabiduría que lo habita como habitara en Quirón, el centauro. La voluptosidad anuló años atrás su ánimo estudioso, pero el placer era ahora un objeto de reflexión, al igual que las ninfas fueran únicamente, en las mismas vísperas de su retiro, objeto de la codicia de sus ojos, ocultos detrás de la maleza mientras ellas se bañaban en las fuentes. En su juventud, cuando los cuernos delataban tan apenas la condición cabruna, hubiera corrido tras ellas para apresarlas, mas, ¿con qué fin?: las hubiera visto convertirse en pájaros, en arbustos o en simple humo perfumado entre las manos. Dulce, aunque vana siringa de su padre Pan, también burlado a las orillas del transparente Ladón. Ahora, las ninfas difícilmente se hurtarán a su imaginación.
"¿Acaso igualan entre todos nuestros modernos logros aquéllos de los héroes y divinidades que se mantienen en silencio, encarnación de la grandeza y la hermosura? ( ... ) En ellas, en las estatuas, se halla expresada la utopía de los antiguos ... Los antiguos viven en tanto que perduren estas estatuas, y parece que alienten inspiración para el mundo entero ... "
Herman Melville
I
Ricardo Reis se preguntaba que quién pensaba o quién sentía cuando él pensaba o él sentía, concluyendo -precisamente él, heterónimo inquilino de Pessoa- que eran otros quienes lo hacían, que tenía más de un alma: de donde concluir que el alma es juego de muñecas rusas o casa habitada por vecinos que tal vez no se traten entre sí. "Viven en nosotros innúmeros", reza un verso de las Odas. La naturaleza se concibió en un tiempo morada de los dioses, expertos en el arte de la metamorfosis; su residencia se trasladaría luego al hombre, en él hallarían su albergue como humores contrapuestos, inextricables, incendiados bajo el signo de Marte, ensombrecidos bajo el signo de Saturno, disueltos en los licores del placer de Venus. "Por encima de la verdad están los dioses". El pensamiento requiere encontrar quien piense por nosotros y la poesía requiere quien nos dicte e incluso quien la escriba, quien sostenga la pluma por nosotros usurpándonos por un momento. Nuestra inteligencia está encarnada en la contradicciónconfrontación de los cuerpos que ocupan nuestro cuerpo. En ocasiones nos será dado verlos, como esas personificaciones de los ríos que salen a descansar a orillas de sí mismos, y se complacen en los juegos de las ninfas, hijas suyas.
El arte ha barajado, durante siglos, el tarot de los dioses. En buena parte del siglo XX ha preferido, no obstante, el vocabulario de los objetos. El lenguaje de las cosas en lugar de las palabras o los cuerpos. El mundo de Claes Oldenburg sería el punto extremo de esta voluntad, que pudo haber tenido en el collage cubista su origen más reconocible. Hoy vuelve a hablarse, no obstante, de la reflexión del artista sobre el cuerpo -empiezan a llenarse muchas páginas de crítica al respecto-, aunque desde un lugar que es playa terminal de aquel mismo arte de los objetos y aun de los artefactos. En esta coyuntura finisecular hallamos a Oriol Vilapuig poniendo aparentemente el cuerpo sobre la misma mesa de disección, pero su sensibilidad no parece coincidir con la de sus contemporáneos -aunque se encuentre, de sopetón, dirimiendo unos problemas paralelos- sino que subterráneamente enlaza con ese arte del pasado que conjugó el lenguaje de los mitos.
No sé si debe decirse de Oriol Vilapuig, como se dijo de Holderlin, que es el último en creer sinceramente en los dioses. Una lectura provisional diría que, simplemente, se disfraza, que Pan o Perseo, Narciso u Orfeo son autorretratos por fábula interpuesta. La mascarada mitológica parece excusa del pintor para regresar, a su vez, al territorio de Tiziano o Poussin, entre el homenaje y la parodia. Pero alguna de sus obras últimas nos obligará a profundizar un tanto más. Oriol Vilapuig se diseca a sí mismo en varias de estas pinturas. En "Raó, Passió, Acció, Amor" llega a poner nombre a las potencias que lo habitan. Son los viejos mitos. Se trata de Apolo y Dioniso, de Hércules y Eros. Su personaje (el propio artista) apoya el mentón en su puño y se dota de alas en la espalda, como la "Melancolía" de Durero. Peculiar lección anatómica (ironizando: el despiece de una res en un libro de cocina), los nombres de los dioses se escriben sobre la sección del cuerpo. Vuelan alrededor otras referencias, de carácter autobiográfico. El artista nos invita a leer sus personajes como dobles, mejor que como disfraces, entidades dotadas de vida autónoma que habitan dentro de uno mismo y corresponden a esos conceptos (potencias) abstractas (razón, pasión, acción, amor) de la forma humanizada y compleja con la que los antiguos explicaban cuanto a los modernos psicólogos se les escapa de entre las manos.
En 1996, Oriol Vilapuig presentó en la galería Fúcares de Madrid "La cama de Policleto". (Un relieve clásico así denominado, "Letto di Policleto", ripio en italiano, circuló por los talleres renacentistas, desde Ghibberti a Miguel Ángel). Aquella serie nos mostraba a un pintor embriagado por la estatuaria clásica (lo apolíneo) pero también, paradójicamente, por la noche, en la que la luz de la razón se encendía. La cama de Policleto es el diván estilo imperio de madame Récamier. En aquellos cuadros y dibujos se recortaban las siluetas de Ingres y de Canova. Un año más tarde, nuevos personajes entrarían en escena, al igual que nuevos modos de pintar: el protagonista barbado y fumador de sus "Idil.lis" interpreta, esforzado aunque escéptico, a Perseo o crece hasta la estatura del Polifemo enamorado. El humo de su cigarro nos recuerda, en medio de la fábula antigua, a las criaturas de Philip Gustan: más aún, en la propia pincelada de Oriol Vilapuig se rinde un tributo al maestro norteamericano. Teócrito y Virgilio, los temas de Tiziano (también los temas de Picasso) perviven en el anacronismo. Otros personajes (o actores) van llegando al mundo de los "Idil.lis": un filósofo cínico que irá descubriendo en sí un fauno, un avatar de Pan o Príapo, que escudriña entre la maleza el baño de las resplandecientes ninfas. Envés del ciclo regido por Apolo: desconcierto de cítara y siringa.
El fauno convive en el tiempo con otro actor más joven, que nos resulta algo familiar, a quien tal vez reconozcamos como el mismo durmiente de la cama de Policleto. A diferencia del viejo fauno que resulta, paradójicamente, productivo, sentado a su mesa de trabajo, inspirado por el humo de su pipa (¿redacta sus memorias de libertino?, ¿dibuja a las ninfas que le huyeron?), el joven suele aparecer absorto. Mira a su propio reflejo (Narciso) y queda en él paralizado, o cierra los ojos (Orfeo) para iluminar con ellos su propio interior. Parece retenido en la inactividad por la propia reflexión. Un cuervo lo inmoviliza picQteando en su pecho. Su Melancolía es la condición de Hamlet, no el adocenado sentimiento que recibe el mismo nombre en nuestros días. Enfermedad intelectual del XVI y XVII, "violento y extremo amor que tiraniza hasta gobernar cuerpo y mente", según la descripción de un galeno de la época. El furor melancólico, aunque paralizante, se consideraba un privilegio de los creadores, de los nacidos bajo el signo de Saturno, a quienes situaba en una cresta o divisoria entre abismos de fuego yagua. Propia del melancólico o saturnino es la tez morena y son los ojos brillantes: he ahí, curiosamente, la oscuridad' resplandeciente de algunos rostros de Oriol Vilapuig. Noticia poética de tal paradoja se da en "Il Penseroso" de Milton,. noticia que recoge Erwin Panofsky en su extenso análisis de la "Melancolia I" de Durero:
But hail thou Goddes, sage and holy,
Hail divinest Melancholy,
Whose Saindy visage is too bright
To hit the Sense of human sight;
And therefore to our weaker view,
O' er laid with black staid Wisdom's hue.
(Mas salve oh Diosa, sabia y sagrada, / salve divina Melancolía, / cuyo rostro santo es demasiado brillante / para la mirada humana / y así, para nuestra débil vista, /
oscurece el negro el tono de la sabiduría)
"Tanca els ulls i mira el teu propi paisatge interior", reza la leyenda garrapateada por Oriol Vilapuig. Cerrar los ojos y mirar hacia dentro. Con una peculiar magia en su resolución pictórica los rostros ensombrecidos delatan la luz interior, así en el sorprendente, inquietante "Orphée" o en "Moby Dick", creaciones difícilmente olvidables para quien ha tenido la oportunidad de contemplarlas. En otras pinturas, concebidas paralelamente, enormemente directas y francas, hasta brutales, una mirada otra corta al cuerpo y muestra el esquema de una fisiología de las emociones, dinámica de fluidos corporales, humores de medicina antigua, que desciende desde lo sublime hasta lo escatológico. "Mirar, Sentir, Pensar, Dibuixar ... ", ojos, corazón, cerebro, pero también estómago, intestinos, sexo forman una peculiar maquinaria que manipula la mano que dibuja. El viejoJauno se sienta a la mesa de trabajo. La lágrima que cuelga de su párpado nos delata al joven Narciso, transfigurado. Irónica pero comprometida radiografía de las emociones.
Sus personajes ocupan no sólo los lienzos sino también el ánimo de Oriol Vilapuig, alterando sus registros plásticos. En su taller he podido descubrir sus últimos trabajos, todavía inéditos, y que los sumergen en las florestas de Arcadia. En ellas duerme Sileno y, con su aparición, al humor melancólico sucede el sanguíneo. (El mismo Milton que compusiera "Il Penseroso" se contradijo en L'Allegro"). Las pinceladas se alargan y se hacen herbáceas y flexibles, con ese pálpito vital que tuvieron en Rubens y en Watteau. Las plantas se convierten por una vez en protag~nistas: un matorral o un árbol. La convención bucólica humaniza, no obstante, a la naturaleza. Los pastores de Virgilio aseguran no cantar a sordos, ni inútilmeI?-te en inedio de las soledades sicilianas: los bosques les atienden. Oriol Vilapuig utiliza deliberadamente los convencionalismos al tratar la vegetación: estamos en un territorio de fábula, perdida Arcadia (égloga-elegía) o Citerea. El artista ha realizado, desde "La cama de Policleto" un recorrido hacia los orígenes, de vuelta al vientre materno. Reconquista del reino arcádico que usurparan Apolo y los adoradores de la razón. En "Els mites", una pintura paradigmática, los ojos de la vieja cabra-madre, Amaltea, están preñados de la mirada de un dios.
FÁBULA
DIRIMEN sus rencillas Pan y Eros en la floresta. (Un reloj de cuco da las horas. Dos jocosas cabras aguardan la salida del pajarito, apostadas una a cada lado, provistas de sus buenas ubres y de sus cencerros. Las pintó Menalcas, pastor). No se sabe cómo pero joven dios alado vence siempre. Llega el atardecer y las orejas puntiagudas se revuelcan por el suelo, los asesinos de Adonis asoman el hocico y retroceden entre las carrascas. Cu-cu, cu-cu. Las ninfas se burlan del peludo: cada vez que quiere tocarlas se tropieza y cae. Beldades desnudas, ¡esperadme!, ¿qué luz es esa de la carne? ¿se apagará con el solo la conservaré caliente entre mis manos? Cu-cu, cu-cu. El propio no puede sino declarar dulces, dulcísimos los brazos que le rinden un día tras otro, cuando las rocas empiezan a enfriarse y la sombra lame la ladera como una lasciva y vieja cabra. Cu-cu, cu-cu. Llega el día en que Eros, jugando va y se deja vencer. Pero no se percata de la trampa su artiodáctilo adversario: cuando se levanta, el amor niño ya no es de carne sino porcelana. Creación de biscuit blanco de la Manufactura de Sevres, que nos sitúa de repente en los albores del siglo XIX. De la cítara de Apolo se ha fabricado una silla para Napoleón. Y los templos se han reconstruido desde los antiguos planos. Cu-cu, cu-cu. El niño a desaparecido, si bien el monte se ha llenado de porcelanas emboscadas, repetidas, todas idénticas, y Pan lleva dos alas a la espalda como trofeo no. querido. Triunfo paradójico para el lujurioso dios.
"Los estudios literarios y humanísticos y no la práctica técnica preparan el gusto y el entendimiento de la pintura. Quien ha leído muchos clásicos se ha adentrado en un mundo de figuraciones y de mitos que se transforman necesariamente en imágenes, las mismas que han dado vida a las creaciones artísticas".
Berenson
II
Oriol Vilapuig es autor de abundantes dibujos, que arrojan luz con mayor inmediatez, usualmente, sobre sus intereses. A veces, con poco más que escribir un nombre se contenta y crea, con escasos elementos, un emblema. Una de sus mejores obras, un óleo del 96, no contiene apenas otra cosa que el nombre de William Blake. Hoy ha esparcido algunos de estos papeles por el suelo del taller: en uno de ellos veo representado el mapa de la "santa Hélade": Grecia, también el sur de la península italiana, y Sicilia. Geografía ideal llena de tumbas ilustres. Muchos de los lienzos de "La cama de Policleto" se cuajaban de sus nombres, mitología de los museos y de los negros libros de Thames and Hudson y de Skira: Lisipo, Praxiteles, pero también Canova, Pie ro de la Francesca, lngres ... "¡Mi corazón pertenece a estos muertos!", podría exclamar el pintor, como hiciera Hülderlin en su canto a Grecia.
Las palabras tienen en sus pinturas siempre un aire de ángeles de la guarda. Los nombres, que empedraban los sueños de sus durmientes, reaparecen por cualquiera de sus cuadros más recientes. Ahora, a través del ojo de una cerradura se abre un cono de luz, un embudo lleno de nombres, tantos que entre ellos mismos se llegan a estorbar. Se trata de escultores y pintores, muchos de los que han ido escondiendo y asomándose en las propias maneras de Oriol, pero también se trata de escritores, cineastas, músicos: Melville, Dreyer, Bach, Mallarmé, Cocteau, Ravel. .. "Nuevas cosas maravillosas que quedan aún por descubrir", dice el pintor. Y lo escribe sobre uno de sus cuadrós, para que quede constancia de ello. Como quien no puede refrenarse ante una pizarra y unas tizas. "El amor todo lo puede", recuerda en otro momento. El amor es concebido como motor de la creatividad y ha de imaginarse en ese corazón con forma de corazón que pone a sus personajes el artista. Y transcribe la cita de Virgilio: "omnia vincit amor". Los pintores del Renacimiento representaban bajo tal lema a Pan derrotado por Eros. Oriol Vilapuig imagina a su faunesco alter ego, pánico ermitaño en el retiro de un retrete, encandilado por la luz del amor-belleza. Ese flujo magnífico de creatividad (el regalo de las generaciones precedentes) parece poder tener al amor, exclusivamente, como metáfora posible.
Los ojos del emboscado Pan. Ojos abiertos, ojos cerrados.
Ensoñación, cerraduras por donde escudriñar. Una invitación insisten
te a reflexionar sobre la mirada. A la mirada interior (ya me extendí sobre el particular) se suma la exterior. Es en ese punto donde el artista, recién nacido de continuo, es adoptado por el mundo de la Cultura. Las alusiones surgen con una inhabitual naturalidad. Langa de Lesbos o Pasolini se metamorfosean y pasan a vivir en la Arcadia de Oriol Vilapuig. Su Sileno es también, explícitamente, el orondo, jocoso (y enigmático) Orson Welles de los años últimos, el que escogiera para sí el rol crepuscular de Falstaff En realidad es una mitología que se repuebla con nuevos personajes.
Su franqueza hace que el eclecticismo de Oriol Vilapuig nos sorprenda. y lo distancia de otras obras que se apropian del pasado. Me recuerda lo que dice de Keats Mario Praz (Keats, a propósito, en un de sus retratos más célebres se parece al personaje de Oriol Vilapuig, sentado en su mesa, su puño en el mentón), que se trataba de "una película impresionable, de un camaleón", aunque nadie pudiera nunca acusarle de plagio, pues todo lo transfiguraba. Romántico bajo un clasicismo formal, Praz hace disculparse al poeta inglés: "yo no vivo sólo en este mundo sino en mil mundos", en multitud de épocas, también. En alguna de sus pinturas, Oriol Vilapuig ha creado también su peculiar "Oda a una urna griega". Y ha residido en Arcadia. Se ha emocionado al ver a Ingres, alzando su chistera, descubrir su calva ante Policleto y se ha reído, también, de Ingres.